Escrito por el politólogo Manuel Sánchez.
Es cotidiano a estas alturas escuchar del descontento con las autoridades, sea presidente, sean congresistas. De hecho, la última encuesta de Ipsos revela que casi la mitad de la población desaprueba la labor del congreso. Y cuando discutimos de estos temas, es cotidiano también escuchar, entre otras cosas: que no sabemos elegir.
Las cosas están mal porque votamos mal. Los congresistas hacen mal su trabajo y es culpa de tu amigo, tu vecino, “esa gente”, que vota mal y no se informa. Y tiene sentido, al fin y al cabo, si están ahí es porque obtuvieron cierta cantidad de votos.
Pero, ¿Y si esto no fuera del todo cierto?
La forma como votamos, la forma como se distribuyen las curules del congreso e incluso las leyes que regulan el proceso de votación son parte de lo que se denomina Sistema Electoral. Y hay diversos tipos de sistemas electorales. Tenemos por ejemplo el de Estados Unidos, donde su sistema electoral permite que solo sean 2 los partidos más fuertes, Demócratas y Republicanos, a pesar que pueden participar otros. Está también el de Australia que tiene el voto alternativo, donde cada persona vota haciendo una lista de preferencias. Y en el caso del Perú, para la elección de congresistas, algunas de las particularidades son la cifra repartidora, el voto preferencial, y la valla electoral.
Esta es la forma en que se distribuyen las curules en el Congreso.
Cuando vamos a votar podemos dar nuestros votos a dos candidatos de un mismo partido, y si no lo hacemos, se asignan a los dos primeros del partido por el que votamos. ¿Cómo se reparten entonces estos votos? De la siguiente forma:
Primero, se cuentan el total de votos para cada partido en cada región. Pensemos por ejemplo en La Libertad. Los 6 partidos más votados, que además pasaron la valla electoral, fueron: APP, Fuerza Popular, Renovación Popular, Perú Libre, Avanza País y Acción Popular.
Luego, los votos que obtuvo cada partido se dividen entre 1,2,3,4… Y así sucesivamente en función del total de partidos que pasaron la valla. Puede apreciarse esto en el cuadro N°1.
Al hacer las divisiones, obtenemos distintos resultados, y se escogen entonces los 7 números más grandes (7 en el caso de la Libertad pues es la cantidad de congresistas que se eligen). El último de estos 7 números es lo que se conoce como la cifra repartidora. Se puede observar ordenados en el cuadro N°2.
A partir de ahí, cada uno de los 7 números se dividen entre la cifra repartidora, dando como resultados varios cocientes. Se toman solo los números enteros de cada cociente, y así sabemos cuántos escaños les corresponde a cada partido. En el caso de la Libertad, entonces, tendríamos la siguiente distribución: APP - 2, Fuerza Popular - 1, Renovación Popular - 1, Perú Libre - 1, Avanza País - 1, y Acción Popular - 1.
Ahora que ya se sabe la cantidad de escaños, se determina quiénes son los que ingresan. Ahí es donde se ve el voto preferencial. Los congresistas más votados de los partidos que obtienen algún escaño son los que ingresan al parlamento.
¿Dónde está el problema entonces? En que este sistema permite que ingresen candidatos que obtuvieron menos votos que otros que se quedaron fuera. Es decir, en el caso de la Libertad, el ahora congresista por Acción Popular obtuvo 8061 votos, mientras que afuera quedaron dos personas de Podemos Perú, con cerca de 11 mil votos cada uno, así como el tercero en la lista de APP con más de 10 mil votos también. Por ejemplo, el congresista por Avanza País también ingresa a pesar de tener menos votos que los mencionados.
Todo lo explicado nos lleva entonces a cuestionarnos si es verdad el dicho que no sabemos votar, ¿Cómo podemos estar seguro si para empezar no ingresan todos por los cuales votamos?
Evidentemente esta disertación no pretende decir si tal o cuál candidato fue mejor. Si no poner en cuestión cuán representativo es nuestro sistema electoral y acabar con el mito de que “no sabemos elegir”. La alternativa que planteamos es que en lugar de enfocarnos en buscar a los votantes como culpables, nos preocupamos en mejorar la oferta política, y un uno de los primeros pasos es que legislen por quienes votamos, y a partir de ahí poder vigilar de cerca si nuestros representantes cumplen con nuestra demandas. Sin embargo cambiar las reglas del juego no es fácil, quienes ocupan los cargos son producto de estas normas.
Supongo que ahora se hace más evidente la respuesta a la pregunta, ¿Por qué se oponen tanto a las reformas electorales?
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