Texto escrito por el politólogo Álvaro Giraldo Yupanqui.
Un malentendido muy extendido en la actualidad es pensar que se puede conocer a partir del lenguaje con el que nos comunicamos a diario. Me refiero al lenguaje materno, con el que normalmente se comunica o se informa sobre nuestras experiencias personales. Y el que aplicamos de manera inconsciente, casi como respirar. Lo que lo hace un lenguaje no crítico, es decir no reflexionamos sobre el mismo al momento de comunicarnos y por eso no nos debe sorprender que muchas veces haya malentendidos. Pues no es poco frecuente que en las discusiones no se concluya nada, puesto que por lo común nos aferramos a nuestra postura y cualquier réplica la tomamos como equivocada; creemos en ella vehementemente; por lo tanto, la discusión se desarrolla sobre el acaloramiento apasionado de nuestras creencias y prejuicios los cuales generan vicios en el razonamiento y menguan la posibilidad de una correcta defensa argumentativa de nuestra posición. Pero ¿por qué a menudo sucede esto? ¿Acaso no todos podemos acceder un conocimiento correcto? Sí, pero requiere esfuerzo y adiestramiento en el oficio del Pensar. Ahora bien, el acto de pensar no se da sobre la nada, éste se sostiene sobre el lenguaje. ¿Cómo? Basta remontarnos a nuestra infancia; empezamos a conocer al mundo, a interiorizarlo, a través de las palabras, por lo que existe cierta correspondencia entre lenguaje y el pensamiento, en la medida que conocemos al mundo a través de aquél. Por ello, para aliviar el mal entendido; el confundir el saber con el comunicar; debemos conocer los vicios y las posibilidades del lenguaje. En este caso: el lenguaje ordinario o común: el mínimo común denominador que nos vincula a todos en un primer momento. Para esto me basaré en lo que expone Giovanni Sartori en La Política: Lógica y Método de las Ciencias Sociales donde expone, a partir del caso de la Ciencia Política, la legitimidad del conocimiento científico de las ciencias blandas. Y empieza por describir la herramienta de toda ciencia; un lenguaje especializado. Pero primero, se centra en conocer los vicios de la base sobre la que se desarrolla este lenguaje: el lenguaje ordinario. El cual considera que sus vicios se evidencian cuando este uso del lenguaje tiene aspiraciones que sobrepasan las de transmitir información autobiográfica, es decir cuando pretende ser una herramienta para objetivos heurísticos. Para empezar a desarrollar este tema, debemos definir el lenguaje, que a grandes rasgos es “un universo de signos provistos de significados”. Esto quiere decir que el lenguaje está constituido, por lo tanto, por palabras y significados. Ahora bien, la primera observación intuitiva que podemos hacer al respecto es que hay pocas palabras para un indeterminado número de significados. Y esto es una de las características del lenguaje; la polivalencia. Esto no tiene que ser necesariamente malo. Pues significa que nuestro pensar no tiene por qué limitarse a los confines de nuestro vocabulario. Sin embargo, siempre se puede crear nuevas palabras y esto además es consecuencia de ampliar un campo del conocimiento; pues no se puedo conocer algo sin nombrarlo. Aunque esto obedece a una de las operaciones para la creación de un lenguaje especial y el objetivo de este escrito es dar cuenta de los límites del lenguaje materno para resolver problemas heurísticos. De esta característica se desprende dos inconvenientes que limitan al lenguaje común (o materno u ordinario) al campo de la resolución de problemas. En primer lugar, el vocabulario del lenguaje común es reducido. No estando provisto de palabras suficientes con las que se pueda abordar correctamente un problema. Un ejemplo de esto es que no imaginamos a un contador resolver un problema de contabilidad sin tener noción sobre las palabras retención, detracción y percepción o impuesto. Es por eso que, al acercarnos a una ciencia, nos vemos aturdidos por tantas nuevas palabras que han surgido para estudiar específicamente una parte de la realidad, social o natural. Y en segundo lugar es que al tener una palabra muchos significados, algunos pueden, incluso, circunscribirse a experiencias personales, por lo que una palabra puede significar algo distinto para dos personas que comparten una misma lengua. Además, ninguno se ocupa de definir conceptos en una charla cotidiana, es por eso que muchas veces lo que comunicamos llega a ser mal interpretado. Y la otra característica va por el lado de la sintaxis lógica; es decir por la falta de unidad de método lógico y el cambio constante del criterio demostrativo. Esto surge por la manera en la que aprendemos un lenguaje, a “golpe de frase”, que muchas veces encierran una conclusión antes de desarrollar las premisas que deberían demostrarla. Luego, al crecer, ya no volvemos a reparar en ellos y solo lo aceptamos. Tomemos por ejemplo a una persona que considera que no existe el machismo porque considera que las mujeres tienen más posibilidades en acceder a un puesto laboral o ascender a un cargo por una cuestión ajena al mérito. Por lo que lo ven como una ventaja injusta. Este ejemplo refleja un mal razonamiento, porque no sigue un correcto proceso en la demostración, lo que hace es que a partir de su creencia (conclusión) buscar un justificante (premisa). Y así como este ejemplo, hay muchos que se producen en la cotidianidad. De esto podemos concluir que al exigir al lenguaje materno una función cognoscitiva, nos encontramos con una empresa infructífera, en la que la frustración esta a la vuelta de la esquina y las pasiones a flor de piel.
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